Los antihéroes del séptimo arte no miden más de un metro setenta, no tienen bíceps tonificados, miradas profundas ni despiertan suspiros ipso facto aparecen en pantalla. Sin embargo, superan con orgullo las situaciones más vergonzosas, y siempre terminan del brazo de la mujer de sus sueños. El humor es su refugio y la debilidad, su arma de seducción.
En una de sus tantas entrevistas, alguien le preguntó a Chaplin por el secreto a la hora de hacer sus películas. El respondió: “pensar, pensar y pensar”. Una respuesta bastante racional, si se piensa en un actor cuyo alter ego, Charlotte, encantaba a las audiencias a través de la sensibilidad y la risa espontánea. Lo cierto es que el considerado el mayor genio de la historia del cine, y uno de los primeros antihéroes, era también un genio tras las cámaras, que a través del humor buscaba reflejar su aguda manera de pensar y su inmensa sensibilidad social. Su alter ego, Charlotte, buscaba en la comedia la felicidad que le era esquiva, y enamoraba a través de su ropa andrajosa, su sencillez y su encantadora torpeza. La llegada del cine sonoro, en la década del 30, significó en un principio una amenaza para Charlotte, cuyo encanto se sustentaba en sus gestos, miradas y torpezas silenciosas. Sin embargo, Chaplin supo encontrar la genialidad en el silencio, y mientras todos los directores se vanagloriaban con sus películas sonoras, él creaba joyas mudas como Tiempos Modernos y Luces de la ciudad
Ben Stiller : Lo bueno de los frascos chicos
Ataviado con las medias rosadas de su hermana, el pequeño Ben Stiller representaba obras de Shakespeare en el living de su casa. Había crecido rodeado del mundo de sus célebres padres, Jerry Stiller y Anne Meara, dos de los más queridos comediantes de la escena norteamericana. Para él, el ridículo y el absurdo era un modo de vida. A los 10 años, filmaba sus propios cortos, donde la historia se repetía: alguien se burlaba del freak e introvertido Ben, pero él siempre encontraba la forma de vengarse. Inmerso en un mundo de gente atractiva y popular, Stiller encontró en la comedia la forma más eficaz y liberadora para enfrentar el entorno al que nunca podría pertenecer Porque, a falta de otros genes codiciados como el porte y el atractivo físico, Ben llevaba ventaja con el gen del humor.
Después de graduarse de UCLA, la parodia se transformó en su mejor escuela. Entre otras cosas, se puso en los zapatos de Tom Cruise, y sin tapujos se burló de su actuación en El color del dinero, de Martin Scorsese. La desfachatez de sus parodias llamó la atención de uno de los productores de Saturday Night Live, quien las puso al aire durante una temporada. Luego vino el éxito tanto detrás de las cámaras- La dura realidad, El insoportable y Zoolander- como delante. Mientras más avanzaba su carrera, más lejos llevaba los extremos del ridículo. Películas como Loco por Mary o La Familia de mi novia lo hicieron sobrepasar los límites imaginables de dolor físico, desquicio y humillación.
Más allá de la pantalla, Ben se quedó con la chica rubia y atractiva. El 2000 se casó con Cristine Taylor. Hoy, Stiller se pasea de la mano de su flamante esposa, con el mismo orgullo con que ostenta el título del actor que ha recibido más premios frambuesa en un año (El 2004, fue nominado a peor actor por cinco de los siete filmes en los que apareció). Gajes de ser nerd.
Jack Lemmon: El amigo del galán
La llegada al mundo de John Ulher Lemmon III fue digna de una comedia de Billy Wilder. A punto de dar a luz, su madre se negó a suspender un juego de bridge. Por ende, Jack nació en el ascensor más cercano al salón donde jugaban. Hijo de un fabricante de donuts y una madre snob adicta a más lujos de los que podía costear, este actor de mentón prominente y sonrisa amable creció como cualquier hijo de vecino, tocando piano en bares de mala muerte y admirando a Charles Chaplin y Búster Keaton. Sus comienzos en el cine parecían destinarlo al eterno secundario, el amigo bonachón y torpe del galán de turno. En 1954, hizo su debut con It would happen to you . Un año después, obtenía un Oscar a mejor actor secundario por su actuación en Mister Roberts. En 1959, la fama lo encontró vestido de mujer junto a Tony Curtis y Marilyn Monroe en Con faldas y a lo loco, la comedia de Billy Wilder que se transformó en uno de sus más grandes clásicos.
El encuentro con Wilder lo instaló a la cabeza de las comedias de la época, entre ellas El apartamento, donde brilló en los zapatos del mediocre y soltero empedernido C.C. Buxter y mostró su capacidad de pasar con maestría de las situaciones más embarazosas y ridículas al drama. Aparte de Billy Wilder, el destino le tenía otro encuentro reservado. En 1960, Jack entró a un restaurante donde comía el actor Walter Mathaw. Se sentó y pidió camarones fritos con helado. Acto seguido, Mathaw lo increpó: “¿Cómo puede pedir una cosa así en un restaurante judío?”. Se hicieron inseparables dentro y fuera de la pantalla, y actuaron juntos en 10 películas, entre ellas éxitos como Buddy, Buddy, La Galleta de la fortuna y Grumpier old man. De su relación, Lemmon dijo: “Si fuéramos homosexuales, seriamos nuestro tipo ideal”. Tanto el cine como su amistad con el comediante lo acompañaron hasta sus últimos días; En 1999 filmaron su última película juntos, Una Vieja pareja II; el 2001, Jack murió de un cáncer a la vesícula, cuatro días después que Walter Mathaw.
Adam Sandler:
Si hay algo que Adam Sandler ha mostrado con creces, es que parecer estúpido no es sinónimo de serlo. A lo largo de su fructífera carrera, el actor le ha sacado partido a su cara de adolescente en pleno crecimiento, a su aspecto desgarbado, a su voz sospechosamente aguda y a esa peculiar mezcla entre infantilismo y genialidad. Lo cierto es que a Adam nunca le afectó el mote de looser, porque más allá de la pantalla jamás lo fue. Desde que probó suerte sobre el escenario en un club de Boston, recibió a carcajadas y aplausos a cambio. Más tarde, fama, mujeres y sueldos astronómicos. Hoy, al Star System Holllywoodense en bandeja, celebrando cada una de sus ideas y actuaciones descabelladas.
En 1990, hizo su ingreso triunfal a Saturday Night Live, donde además de mostrar su talento para la comedia compuso la emblemática Chanukah Song. Desde entonces, Sandler se las arregló para conjugar sus dos pasiones, el cine y la música, bajo el alero de lo absurdo. En 1995, dejó Saturday Night Live y se lanzó de cabeza al mundo de la pantalla grande, donde además de escribir, producir y actuar en comedias como Airheads, Happy Gilmore, Billy Madison , Mr Deeds, Un papá genial y Embriagados de amor, compuso las canciones de muchos de sus comedias, entre ellas El Cantante de Bodas y 50 primeras citas. En toda, la tónica se repite: Adam es un tipo torpe, limitado y bonachón, que conquista al objeto de su deseo-llámese Drew Barrymore, Paz Vega o Wynona Ryder - con torpezas, pucheros y canciones socarronas. El 2003, Adam se casó con la verdadera mujer de sus sueños: La escultural modelo Jackie Titote. El padrino de bodas fue su perro Meatball, vestido de terno y con un Yarmulka en la cabeza. Hoy, lleno de salud, dinero y amor, Adam sigue riéndose de sí mismo. Hace poco, después de hacerse una cirugía laser en los ojos, declaró: “Ahora me doy cuenta de lo feo que soy”.