lunes, 17 de agosto de 2015

Julio lopez Blanco: No me Jodan (Revista Fibra)

A los 63 años encontró en Mega un lugar definitivo, tras una larga carrera televisiva de la que se recuerdan sus despachos como corresponsal de guerra, sus reporteos entre bombas lacrimógenas en los tiempos de la Unidad Popular y su estigma como cara visible de la dictadura. Hoy conserva su voz característica y su inclinación hacia el periodismo social.
Aquí habla de sus maestros, de sus sueños frustrados, de su estilo tembloroso, de su relación con Pinochet. Además, apuesta por Michelle Bachelet como próxima Presidenta del país.




Once de la mañana, noveno piso de un edificio en Avenida Kennedy. Julio López Blanco lleva más de una hora hablando de su vida, sentado holgadamente sobre un sillón blanco y pulcro. De repente, comienza a temblar. “Tranquila, hay que mantener la calma”,dice . Su nieta, que está en la habitación contigua, empieza a llorar. “Cuando tiembla la tierra, los perros ladran, los niños lloran y los cobardes aprietan”. Como siempre , Julio corona el momento con la frase perfecta, hiperbólica y sentida, pronunciada con esa voz tan reconocida y reconocible en el mundo del periodismo.
Oriundo de Osorno, se emociona al menos tres veces durante la conversación. Es que Julio López Blanco es un  hombre sensible, que puede pasar horas cocinando, viendo jugar a la Católica,  escuchando tangos  o leyendo a Benedetti mientras sueña  que algún día podrá escribir como él. Casado por tercera vez, vive con los dos  hijos y la nieta de su señora. Su única hija, María Ignacia, nació en su segundo matrimonio y también es periodista.
Por culpa de un capitán del ejército pensó en dejar el periodismo y volver al sur a sembrar papas, pero su vocación fue más fuerte que su amor por el sur. Durante la Dictadura fue  el hombre ancla de Televisión Nacional, corresponsal de guerra, asesor comunicacional de Lucía Hiriart  y reconocido por muchos como el “lamebotas” de Pinochet. Frente a eso ni se arruga; está convencido de que la gente lo quiere más allá de la política, quizás por su voz  ” de cantante de boleros baratos” o por aquellos años donde en el programa Exito “hacíamos llorar a todo el mundo dos veces a la semana con los grandes dramas, done a  la niñita que su mamá perdió el caballo, le conseguíamos caballos, carretas, cocinas y casas”.
             
 Cabecitas negras
Nació hace 63 años en Osorno, una ciudad “donde habíamos cabecitas negras y amarillas, hijos de alemanes y de españoles”. Sus abuelos maternos y paternos llegaron en un barco proveniente de Galicia. Cuarto de cinco hermanos,  recuerda  a su padre como un tipo descendiente de españoles que “leía poco”. De su madre, heredó la pasión por la lectura. “Me compraba el Peneca y las revistas cuando aprendí a leer, a los tres años y medio”.
¿Siempre le interesaron las comunicaciones?
Siempre, entré a estudiar construcción civil un poco equivocadamente. Mis promedios en matemáticas eran 1,2, por ahí. Ese día hice una fogata con mis libros y le dije a mi padre : “Periodismo o nada”. Estudié en la Católica.
Usted perteneció a una de las primeras generaciones de periodistas universitarios
La carrera había creado un año antes. La lista era así, Bulnes, Eyzaguirre , Infante, terminaba en Subercaseaux o en Zañartu. Era para niños o niñas de familias adineradas.
¿Cómo fue el cambio, venirse a la capital?
Fue excitante y terrible, vivíamos en una ciudad donde nos conocíamos todos. Llegar acá fue por un lado bueno porque había que salir del útero. Estuve en una residencial. Cuando se quemó Enri            que Ramírez Capello me invitó a vivir  un tiempo con él. Me quedé dos años y medio, hasta que el papá se cabreó y nos construyó una casa en el patio. Ahí soñábamos y escribíamos hasta las cuatro de la mañana. En segundo año, el director del diario Las Ultimas Noticias, dijo:  Aquí hay tres niñitos que a lo mejor sirven,  Ramírez Capello,  Rodolfo Gambeti y Julio. Trabajamos en el diario soñábamos y nos esforzábamos, los jefes nos arrugaban el trabajo y los tiraban a la basura
¿Quiénes fueron sus maestros?
Cada profesor era una joyita. Guillermo Blanco, Jaime Eyzaguirre, José María Navasal, gozábamos

Política chascarrienta
En sus años universitarios, a principios de los sesenta, su mayor acercamiento con la política era ser parte de la directiva y rellenar el diario mural. Alguna vez lo tacharon de comunista, cuando con un grupo de compañeros  exigió buenas máquinas de escribir en la casa central de la Universidad Católica. Según él, no existía la violencia política de hoy, “ uno podía hablar con gente de izquierda. A lo mejor era porque esta escuela era un núcleo reducido, un mundo aparte como el mundo feliz de Huxley”. 
¿Entonces sobre qué discutían?
De nuestros sueños: Escribir en el Mercurio, en la revista Ercilla, algún día en televisión que se veía como algo hipotético porque recién nacía.
¿Cómo llegó usted a la televisión?
Yo trabajé por Eduardo Frei Montalva, no por algo político sino porque nos gustaban las ideas, cuando oía hablar a Eduardo Frei o a Radomiro Tomic se me paraban los pelos. Cuando  Frei ganó nos  dijo: Gracias por la ayuda, ¿Qué quieren? Yo pedí una beca para irme a España. Me quedé trabajando allá en la agencia efe tres años y medio, hasta que Vicente Pérez , director de prensa de Canal 13 y me dice: Tienes que volver a Chile. Me vine el 69.
El comienzo de su carrera televisiva coincidió con la época de la Unidad Popular
Sí. Estábamos en Lira, en el Canal 13 y estaban haciendo el metro. De repente, como sería la política de chascarienta, aparecían 15 obreros con sus cascos y gritaban ¡Salgan tales por cuales, vendidos al imperialismo! Nosotros preguntábamos ¿Cuántos son?, ¡Doce! me respondían. Salíamos doce a pelear, lo importante para ellos era llevarse de trofeo nuestra chaqueta y nosotros un casco de ellos. El año 70, Vicente Pérez organizó un noticiero nuevo, 24 horas. Yo reporteaba en las calles y me peleaba con Claudio Sánchez las únicas dos cámaras que había con sonido. La idea era que 24 horas tuviera hombres anclas y todo lo demás. Yo miraba cuando probaban a los locutores y dije que parecían cajas de resonancia. Me dijeron ¿Y cómo lo harías? Así, me siento y me pongo a hablar. Me quedé yo y empezaron peleas terribles. En la revista Ritmo, a los locutores de radio lo único que les faltó fue decirme marica.
¿Qué les molestaba tanto de usted?
Según ellos los periodistas estábamos reservados a escribir, no teníamos  por qué aparecer leyendo. Estuve ahí dos años o más y en diciembre del 73 tuve una pequeña pelea en canal 13. Yo quise mucho a Neruda, y cuando murió hice una nota que duró cuatro minutos. Lamentablemente en ese tiempo a cargo del Canal 13 estaba el capitán Silva, no sé que será ahora, espero que no sea nada. Me  dijo: Don Julio, no puede durar cuatro minutos, solo 20 segundos. Le dije: Qué pena, esto me demuestra que yo debería volver a mi casa del sur a sembrar papas. Cuando usted ya no sea el capitán Silva y sea polvo, Neruda va a seguir siendo Neruda. ¡Mal educado! me dijo. Tuvo que venir hasta el cura Hasbún. Me fui a Canal 7 a hacerme cargo del noticiero. 
¿Cuánto tiempo fue  el hombre ancla de Televisión Nacional?
Un día Pata Guzmán, el ochenta y tanto, me dice: Ya está bueno, tú eres reportero, dedícate a la guerra. Estuve un año  en programa semanal donde se hacían notas desde el extranjero. Luego me transformé en corresponsal de guerra. Me tocó ir al Líbano, a Irlanda del Norte. El 82 fui a la elección de Napoleón Duarte en El Salvador, nos metieron como quince balas al auto, mataron a mi camarógrafo. Duele cuando la gente no toma en serio esoO sea le dolió lo de Amaro Gómez Pablo ...
Si, porque es re fácil hacer chistes cuando has estado toda tu vida en un escritorio dedicado al hociconismo…Pero cuando vas al Líbano, estás haciendo una entrevista y te mandan un bombazo, a ti no te pasa nada pero al lado tuyo hay quince niños muertos, si que te molesta y te afecta. Me pasó más de alguna vez. En Nicaragua, en El salvador, con los guerrilleros de la Farc.
Viajé mucho y ese fue uno de los hechos de mi separación, seis meses afuera y seis meses acá. Estaba al filo de la  navaja en la cosa sentimental. Luego fue elegido Aylwin y  encontré que era lógico renunciar a Televisión Nacional, porque no podía trabajar en un canal donde catorce  años dije, “El general Pinochet” para pasar al día siguiente a decirle dictador.

Respeto por el uniforme

El día del golpe, llegó atrasado a Canal 13. A pesar de que corrió “a toda carrera” para llegar a tiempo, Claudio Sánchez le ganó la cámara con sonido y un lugar en la plaza de la Constitución. Con una amplia sonrisa reconoce que existe una especie de competencia con Sánchez, “ pero sana. El es un gran periodista, yo no sé si seré un gran periodista”.  Avalado por una cámara sin sonido, se instaló cerca del Banco Central, sin tener mucha conciencia de lo que estaba ocurriendo.  “De pronto un vendedor de diarios gritó: ¡Ahora, atravesemos! Se lanza a cruzar la calle y le rompieron la cabeza a tres balazos”, cuenta.  Fue ahí cuando lo golpeó la realidad.
¿Cuál era su sensación?
De un mundo irreal, de un mundo que nadie quería, de una violencia inusitada, de seres humanos volviendo a la selva, y las balas, y la pólvora que yo había creído que era cuestión de película. La muerte, que también era de película. Enfrentarla en una calle, entre tipos que no se conocían, que no sabían porque peleaban. Con un pensamiento profundo sí de que esto no iba a ser largo. Me equivoqué. Nos equivocamos todos.
¿Qué le produce ser reconocido por muchos como el periodista de la Dictadura?
Sí, eso existe en algunas personas, que son muy recalcitrantes por lo demás y que no olvidan. Yo he estado tomando un café en el Café Haití y alguien me grita:¿Cómo está Pinochet? Fíjate que siempre ha habido más de uno que le dice: ¡Quédate callado huevón, no sigai jodiendo! Me llevan para el lado y me hablan de otra cosa. Me pasa en las poblaciones, en la Victoria me podrían decir tal por cuál, lame botas, y los tipos me ven en la calle y me gritan: Oye, López Blanco, tómate un café o una cerveza con nosotros. No tengo ese problema, te digo en serio. Me saludan amablemente y me gritan: Venga  a comerse un asado con nosotros, aunque lo hagamos en la calle mientras recogemos la basura. Creo que me estiman por otras cosas y me encanta.
Pero como tanto amor, algo le deben decir.
Igual a veces me molestan, hasta cuando, no me frieguen, si puedo reconocer erroresO sea usted lo considera un error.
Hay cosas que nunca debieron ocurrir. Que haya gente que llora por desaparecidos, que te cuente de torturas, es horrible.Pero ¿Qué conocimiento tenía de lo que ocurría en esa época?
No sabía. En lugar de preguntármelo a mí, pregúnteselo a todos los periodistas que había en ese tiempo en Televisión Nacional, entre los cuales había gente que no apoyaba a los militares, gente DC y de izquierda. Le van a decir que no sabían. Usted puede decir ingenuidad, no sé si será eso. Algo que a mí  me gusta, cuando yo hago algo como estar catorce años en Televisión Nacional, no llegó en un minuto determinado y digo: “No sabía, me disculpo por mis errores”. No, yo enfrento los errores. En cambio hay otros que durante el tiempo que yo estuve, eran todos primero DC, después fueron todos de izquierda en el tiempo de Allende, después cuando ganó Aylwin fueron a visitar a su hijo, pero también fueron militaristas. Ahora son íntimos amigos del presidente Lagos. ¡Chanta la moto! Un poco de honestidad personal.¿Cuál era su relación  con Pinochet en esa época? ¿Lo conocía personalmente?
Si, conversé con él muchas veces, me recibió cuando mataron a mi camarógrafo, preguntó como había sido, quería iniciar una investigación para ver quienes eran los culpables.
¿Qué opinión tenía de él?
Mi impresión era la de un tipo bonachón por fuera, pero muy zorro por dentro, tú pensabas: Me está diciendo esto pero ¿Que estará pensando?¿Le generaba desconfianza?
No, no es eso. Yo no le tenía miedo, de hecho hubo un momento, entre el 84 y el 87, cuando varios periodistas le dijimos:  Presidente, ya estaría bueno que nos abra la puerta. Ante la respuesta decidimos irnos de Chile, nos fuimos un montón. Estuve del 84 al 87, porque considerábamos que era lógico cambiar la situación. Le dije : Yo no acepto que en su canal un coronel me diga que estoy volviéndome para la izquierda, porque  he puesto el pellejo a disposición de su canal de televisión  y me han amenazado, quiero irme de Chile. Me dice: “Parece que usted no respeta mucho el uniforme”. Mire, yo respeto su uniforme tal como espero que usted respete mi traje de calle de periodista. ¿Qué me va a venir a decir a mí que he arriesgado quinientas veces el pellejo por usted? Me encontró razón. Lo que nos molestaba mucho era no poder acceder a él, decirle que  lo estaban  engañando. Estaba el coronel, el otro coronel y el otro. El último te decía “se lo vamos a contar”. Jamás se lo contaban.
¿Y la señora Lucía?
Era simpática. Fui el primero en entrevistarla, en TVN. Duró como diez minutos y yo feliz de la vida, le arreglaba la chaquetita, nunca me olvido. Le digo: Oiga señora Lucía, ¿Qué es esto de los hogares infantiles? Ah!, dice ella lanzada a la vida ya po, esto es fantástico, los niños sin recursos, y los vamos a atender porque no queremos que sean como estos pobres niñitos peruanos y bolivianos. Salto yo en el asiento y digo: ¡Paren la cuestión! A todo chancho. Se asusta. Señora Lucía, qué van a decir en Perú y en Bolivia. En realidad tiene razón, me dijo. Claro, si yo no le puedo preguntar a usted ¿Qué le parece que en Chile haya niñitos pobres? Qué me va a decir, ¿Me parece muy bien? ¡Me tendrá que decir que le parece mal! No quiero hacerle preguntas tontas, tampoco me de respuestas como esa.¿Se lo tomó bien?
Sí, Me llamaba de repente y me decía que le iban  a hacer una entrevista y yo le daba indicaciones, no vaya a meter la pata, le decía . Ella  influyó mucho en esta persistencia de don Augusto en el poder, y creo que fue un error.
Un poco de política actual ¿Cree que en las próximas elecciones va a haber que votar por el mal menor?
Sería terrible. Creo que Michelle Bachelet será la próxima presidenta de Chile, algo positivo para un país donde se cree que el hombre además de ser el proveedor es el pensante. Lavín no tiene chance alguna, porque comerse unos canapés o tomarse un pisco sour  con las señoras en el día de la madre no es una campaña. El problema es que  Ricardo Lagos, más allá de que sea mal genio y levante el dedo, me importa un rábano,  es excepcional. Por eso se entra a comparaciones nefastas con los nuevos candidatos. ¿Por qué las desilusiones antes de las ilusiones?

¿Aló Julio?Para algunos, Julio Lopez Blanco es visto como un periodista social, la versión masculina de Andrea Molina o Eli de caso. En repetidas ocasiones, sus colegas en Mega le piden que los acompañe  las poblaciones  a hacer sus notas. “Me dicen: ¿Podría ir con nosotros a La Bandera o La Victoria? No sé cuál es la razón... ¿Será mi voz de cantante de boleros baratos?”  Lo que más lo apasiona es cuando la gente se le acerca en las calles y lo reconocen. En un viaje a Temuco, se le acercó un hombre con una niña de veinte años, “espectacular por lo demás”, a quien hace diecinueve años él había regalado un gorro de lana en un día lluvioso. “Todavía lo tiene” confiesa con orgullo.

¿Alguna vez ha llorado frente a las cámaras?
Si, me acuerdo de tres oportunidades especiales. Una vez  lloré cuando me llamaron unas señoras de una iglesita donde  había en el altar una guagüita recién nacida. También lloré en el río Jordán, era un sueño que había tenido toda mi vida. Lloré otra vez, y no pude evitarlo, cuando vi morir a una niña en el terremoto del 85, le habían caído  ladrillos en  el estómago. Hay gente que busca impresionar, “pobre niñito, pobre guaguita”.
¿Cree que esa es una característica de los programas de servicio de hoy, como Hola Andrea o Aló Eli?
Claro, demostrar una compasión que de pronto es fingida. Cuando esa emoción es natural la gente se da cuenta. Por Dios, soy un ser humano, tengo que ser aséptico, limpio como pieza de hospital, pero no puedo. La gente  recuerda reportajes que hice hace 20 años y a mí ya se me olvidaron.
¿Usted cree que haya algún Julio López Blanco actual, alguien que sigue su escuela?
Es difícil pero no por calidad. Hay muchos jóvenes que tienen tanta o mayor calidad que yo, porque están mejores preparados
Quizás ya no hay cabida para un tipo de periodismo como el suyo.
Lógico. Yo me desespero. Las diez primeras noticias son iguales, accidente aquí, robo allá, guagua abandonada. No hay tiempo para los ejemplos de vida.
¿Por qué cree usted que Mega es depositario de periodistas que se han ido del  Canal 13 , como Antonio Neme o Claudio Sánchez?
Nada especial, Me faltan dedos y pelos de la cabeza para contar gente que se ha ido del Mega a otros canales. De Hoffman para abajo. Dicen que Mega es una gran escuela. Creo que Mega era el único canal que le ofrecía la oportunidad para continuar su vida profesional, de demostrarle a sus antiguos compañeros, que le pagaron mal  en forma ética y moralmente denigrante para  un canal como el 13, que el sigue siendo un buen profesional. Además el goza como chino cuando se pone frente a una cámara a chacharear.
El regreso
¿Cuál es su relación con la literatura?
Nunca me olvidé de un examen  de redacción. En la comisión estaba  Lafourcade. Guillermo Blanco me dice: ¿Se conforma con su 6,6? No señor, quiero un siete. Lafourcade se ríe y me dice: jajaja, eso es para escritores. ¿Que quiere hacer?, me preguntan. Una entrevista al señor Lafourcade. El acababa de sacar un libro escrito entero al revés, en vez de decir “llegó con un bastón de madera oscura” decía” oscura madera de bastón un con llegó”. Un libro huevón que no vendió nada. Escribí toda la entrevista así. Lo entrego, sale Lafourcade con su capa, indignado y me dice: Tienes un siete. 
Usted ganó el concurso de cuentos de Revista Paula el año 75 ¿De qué trataba el cuento?
Sí, Estaba  en España y tuve un problema. Tenía novia y conocí a una suiza. Dejé de un suacate a la chilena y me encaleté a la suiza . La chilena me acusó de robo, me metieron preso en Carabanchel. Ahí me la pasaba escribiendo o conversando con los de la ETA. Estuve tres meses y escribí un cuento que se llamaba El Regreso y  trataba de mi experiencia ahí, del deseo de volver, las sensaciones de una cárcel donde se te acerca un tipo bajito que te dice: Regálame uno de tus huevos del desayuno. Cuando respondes ¿Por qué? Alguien te dice: Dale el huevo, ese mató a siete a puñaladas. Lo mandé al concurso  y gané.¿Dónde quedaron sus aspiraciones literarias?
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Pensé en seguir escribiendo pero  me da un poco de temor que digan: Este no era tan mal periodista pero como escritor es como el forro! Tal vez algún día. Yo leo a Benedetti, y pienso que nunca voy a escribir así. Lo primero que gané fue cuando tenía 16 años, era un poema a la reina de la fiesta de los juegos florales. Eso fue  paralelo con lo que había ocurrido con Neruda alguna vez, pero él se transformó en un genio y yo en periodista.

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