A los 63 años encontró en Mega un lugar definitivo, tras una larga carrera televisiva de la que se recuerdan sus despachos como corresponsal de guerra, sus reporteos entre bombas lacrimógenas en los tiempos de la Unidad Popular y su estigma como cara visible de la dictadura. Hoy conserva su voz característica y su inclinación hacia el periodismo social.
Aquí habla de sus maestros, de sus sueños frustrados, de su estilo tembloroso, de su relación con Pinochet. Además, apuesta por Michelle Bachelet como próxima Presidenta del país.
Once de la mañana, noveno piso de un edificio en Avenida Kennedy. Julio
López Blanco lleva más de una hora hablando de su vida, sentado holgadamente
sobre un sillón blanco y pulcro. De repente, comienza a temblar. “Tranquila,
hay que mantener la calma”,dice . Su nieta, que está en la habitación contigua,
empieza a llorar. “Cuando tiembla la tierra, los perros ladran, los niños
lloran y los cobardes aprietan”. Como siempre , Julio corona el momento con la
frase perfecta, hiperbólica y sentida, pronunciada con esa voz tan reconocida y
reconocible en el mundo del periodismo.
Oriundo de Osorno, se
emociona al menos tres veces durante la conversación. Es que Julio López Blanco
es un hombre sensible, que puede
pasar horas cocinando, viendo jugar a la Católica, escuchando tangos
o leyendo a Benedetti mientras sueña que algún día podrá escribir como él. Casado por tercera
vez, vive con los dos hijos y la
nieta de su señora. Su única hija, María Ignacia, nació en su segundo
matrimonio y también es periodista.
Por culpa de un capitán del
ejército pensó en dejar el periodismo y volver al sur a sembrar papas, pero su
vocación fue más fuerte que su amor por el sur. Durante la Dictadura fue el hombre ancla de Televisión Nacional,
corresponsal de guerra, asesor comunicacional de Lucía Hiriart y reconocido por muchos como el “lamebotas”
de Pinochet. Frente a eso ni se arruga; está convencido de que la gente lo
quiere más allá de la política, quizás por su voz ” de cantante de boleros baratos” o por aquellos años donde
en el programa Exito “hacíamos llorar a todo el mundo dos veces a la semana con
los grandes dramas, done a la niñita
que su mamá perdió el caballo, le conseguíamos caballos, carretas, cocinas y
casas”.
Cabecitas negras
Nació hace 63 años en Osorno, una ciudad “donde habíamos cabecitas
negras y amarillas, hijos de alemanes y de españoles”. Sus abuelos maternos y
paternos llegaron en un barco proveniente de Galicia. Cuarto de cinco
hermanos, recuerda a su padre como un tipo descendiente de
españoles que “leía poco”. De su madre, heredó la pasión por la lectura. “Me
compraba el Peneca y las revistas cuando aprendí a leer, a los tres años y
medio”.
¿Siempre le interesaron las
comunicaciones?
Siempre, entré a estudiar construcción civil un poco equivocadamente.
Mis promedios en matemáticas eran 1,2, por ahí. Ese día hice una fogata con mis
libros y le dije a mi padre : “Periodismo o nada”. Estudié en la Católica.
Usted perteneció a una de
las primeras generaciones de periodistas universitarios
La carrera había creado un año antes. La lista era así, Bulnes,
Eyzaguirre , Infante, terminaba en Subercaseaux o en Zañartu. Era para niños o
niñas de familias adineradas.
¿Cómo fue el cambio, venirse
a la capital?
Fue excitante y terrible, vivíamos en una ciudad donde nos conocíamos
todos. Llegar acá fue por un lado bueno porque había que salir del útero.
Estuve en una residencial. Cuando se quemó Enri que
Ramírez Capello me invitó a vivir
un tiempo con él. Me quedé dos años y medio, hasta que el papá se cabreó
y nos construyó una casa en el patio. Ahí soñábamos y escribíamos hasta las
cuatro de la mañana. En segundo año, el director del diario Las Ultimas
Noticias, dijo: Aquí hay tres niñitos
que a lo mejor sirven, Ramírez
Capello, Rodolfo Gambeti y Julio.
Trabajamos en el diario soñábamos y nos esforzábamos, los jefes nos arrugaban
el trabajo y los tiraban a la basura
¿Quiénes fueron sus
maestros?
Cada profesor era una joyita. Guillermo Blanco, Jaime Eyzaguirre, José
María Navasal, gozábamos
Política chascarrienta
En sus años universitarios,
a principios de los sesenta, su mayor acercamiento con la política era ser
parte de la directiva y rellenar el diario mural. Alguna vez lo tacharon de
comunista, cuando con un grupo de compañeros exigió buenas máquinas de escribir en la casa central de la
Universidad Católica. Según él, no existía la violencia política de hoy, “ uno
podía hablar con gente de izquierda. A lo mejor era porque esta escuela era un
núcleo reducido, un mundo aparte como el mundo feliz de Huxley”.
¿Entonces sobre qué discutían?
De nuestros sueños: Escribir en el Mercurio, en la revista Ercilla, algún
día en televisión que se veía como algo hipotético porque recién nacía.
¿Cómo llegó usted a la
televisión?
Yo trabajé por Eduardo Frei Montalva, no por algo político sino porque
nos gustaban las ideas, cuando oía hablar a Eduardo Frei o a Radomiro Tomic se
me paraban los pelos. Cuando Frei
ganó nos dijo: Gracias por la
ayuda, ¿Qué quieren? Yo pedí una beca para irme a España. Me quedé trabajando
allá en la agencia efe tres años y medio, hasta que Vicente Pérez , director de
prensa de Canal 13 y me dice: Tienes que volver a Chile. Me vine el 69.
El
comienzo de su carrera televisiva coincidió con la época de la Unidad Popular
Sí. Estábamos en Lira, en el Canal 13 y estaban haciendo el metro. De
repente, como sería la política de chascarienta, aparecían 15 obreros con sus
cascos y gritaban ¡Salgan tales por cuales, vendidos al imperialismo! Nosotros
preguntábamos ¿Cuántos son?, ¡Doce! me respondían. Salíamos doce a pelear, lo
importante para ellos era llevarse de trofeo nuestra chaqueta y nosotros un
casco de ellos. El año 70, Vicente Pérez organizó un noticiero nuevo, 24 horas.
Yo reporteaba en las calles y me peleaba con Claudio Sánchez las únicas dos cámaras
que había con sonido. La idea era que 24 horas tuviera hombres anclas y todo lo
demás. Yo miraba cuando probaban a los locutores y dije que parecían cajas de
resonancia. Me dijeron ¿Y cómo lo harías? Así, me siento y me pongo a hablar.
Me quedé yo y empezaron peleas terribles. En la revista Ritmo, a los locutores
de radio lo único que les faltó fue decirme marica.
¿Qué
les molestaba tanto de usted?
Según ellos los periodistas estábamos reservados a escribir, no teníamos por qué aparecer leyendo. Estuve ahí
dos años o más y en diciembre del 73 tuve una pequeña pelea en canal 13. Yo
quise mucho a Neruda, y cuando murió hice una nota que duró cuatro minutos.
Lamentablemente en ese tiempo a cargo del Canal 13 estaba el capitán Silva, no
sé que será ahora, espero que no sea nada. Me dijo: Don Julio, no puede durar cuatro minutos, solo 20
segundos. Le dije: Qué pena, esto me demuestra que yo debería volver a mi casa
del sur a sembrar papas. Cuando usted ya no sea el capitán Silva y sea polvo,
Neruda va a seguir siendo Neruda. ¡Mal educado! me dijo. Tuvo que venir hasta
el cura Hasbún. Me fui a Canal 7 a hacerme cargo del noticiero.
¿Cuánto
tiempo fue el hombre ancla de
Televisión Nacional?
Un día Pata Guzmán, el ochenta y tanto, me dice: Ya está bueno, tú eres
reportero, dedícate a la guerra. Estuve un año en programa semanal donde se hacían notas desde el
extranjero. Luego me transformé en corresponsal de guerra. Me tocó ir al Líbano,
a Irlanda del Norte. El 82 fui a la elección de Napoleón Duarte en El Salvador,
nos metieron como quince balas al auto, mataron a mi camarógrafo. Duele cuando
la gente no toma en serio esoO sea le dolió lo de
Amaro Gómez Pablo ...
Si, porque es re fácil hacer chistes cuando has estado toda tu vida en
un escritorio dedicado al hociconismo…Pero cuando vas al Líbano, estás haciendo
una entrevista y te mandan un bombazo, a ti no te pasa nada pero al lado tuyo
hay quince niños muertos, si que te molesta y te afecta. Me pasó más de alguna
vez. En Nicaragua, en El salvador, con los guerrilleros de la Farc.
Viajé mucho y ese fue uno de los hechos de mi separación, seis meses
afuera y seis meses acá. Estaba al filo de la navaja en la cosa sentimental. Luego fue elegido Aylwin
y encontré que era lógico
renunciar a Televisión Nacional, porque no podía trabajar en un canal donde
catorce años dije, “El general
Pinochet” para pasar al día siguiente a decirle dictador.
Respeto por el uniforme
El día del golpe, llegó
atrasado a Canal 13. A pesar de que corrió “a toda carrera” para llegar a
tiempo, Claudio Sánchez le ganó la cámara con sonido y un lugar en la plaza de
la Constitución. Con una amplia sonrisa reconoce que existe una especie de
competencia con Sánchez, “ pero sana. El es un gran periodista, yo no sé si seré
un gran periodista”. Avalado por
una cámara sin sonido, se instaló cerca del Banco Central, sin tener mucha
conciencia de lo que estaba ocurriendo.
“De pronto un vendedor de diarios gritó: ¡Ahora, atravesemos! Se lanza a
cruzar la calle y le rompieron la cabeza a tres balazos”, cuenta. Fue ahí cuando lo golpeó la realidad.
¿Cuál
era su sensación?
De un mundo irreal, de un mundo que nadie quería, de una violencia
inusitada, de seres humanos volviendo a la selva, y las balas, y la pólvora que
yo había creído que era cuestión de película. La muerte, que también era de película.
Enfrentarla en una calle, entre tipos que no se conocían, que no sabían porque
peleaban. Con un pensamiento profundo sí de que esto no iba a ser largo. Me
equivoqué. Nos equivocamos todos.
¿Qué le produce ser
reconocido por muchos como el periodista de la Dictadura?
Sí, eso existe en algunas personas, que son muy recalcitrantes por lo
demás y que no olvidan. Yo he estado tomando un café en el Café Haití y alguien
me grita:¿Cómo está Pinochet? Fíjate que siempre ha habido más de uno que le
dice: ¡Quédate callado huevón, no sigai jodiendo! Me llevan para el lado y me
hablan de otra cosa. Me pasa en las poblaciones, en la Victoria me podrían
decir tal por cuál, lame botas, y los tipos me ven en la calle y me gritan:
Oye, López Blanco, tómate un café o una cerveza con nosotros. No tengo ese
problema, te digo en serio. Me saludan amablemente y me gritan: Venga a comerse un asado con nosotros, aunque
lo hagamos en la calle mientras recogemos la basura. Creo que me estiman por
otras cosas y me encanta.
Pero como tanto amor,
algo le deben decir.
Igual a veces me molestan, hasta cuando, no me frieguen, si puedo
reconocer erroresO sea usted lo
considera un error.
Hay cosas que nunca debieron ocurrir. Que haya gente que llora por
desaparecidos, que te cuente de
torturas, es horrible.Pero ¿Qué
conocimiento tenía de lo que ocurría en esa época?
No sabía. En lugar de preguntármelo a mí, pregúnteselo a todos los
periodistas que había en ese tiempo en Televisión Nacional, entre los cuales
había gente que no apoyaba a los militares, gente DC y de izquierda. Le van a
decir que no sabían. Usted puede decir ingenuidad, no sé si será eso. Algo que
a mí me gusta, cuando yo hago algo
como estar catorce años en Televisión Nacional, no llegó en un minuto
determinado y digo: “No sabía, me disculpo por mis errores”. No, yo enfrento
los errores. En cambio hay otros que durante el tiempo que yo estuve, eran
todos primero DC, después fueron todos de izquierda en el tiempo de Allende,
después cuando ganó Aylwin fueron a visitar a su hijo, pero también fueron
militaristas. Ahora son íntimos amigos del presidente Lagos. ¡Chanta la moto!
Un poco de honestidad personal.¿Cuál
era su relación con Pinochet en
esa época? ¿Lo conocía personalmente?
Si, conversé con él muchas veces, me recibió cuando mataron a mi camarógrafo,
preguntó como había sido, quería iniciar una investigación para ver quienes
eran los culpables.
¿Qué opinión tenía de él?
Mi impresión era la de un tipo bonachón por fuera, pero muy zorro por
dentro, tú pensabas: Me está diciendo esto pero ¿Que estará pensando?¿Le generaba
desconfianza?
No, no es eso. Yo no le tenía miedo, de hecho hubo un momento, entre el
84 y el 87, cuando varios periodistas le dijimos: Presidente, ya estaría bueno que nos abra la puerta. Ante la
respuesta decidimos irnos de Chile, nos fuimos un montón. Estuve del 84 al 87,
porque considerábamos que era lógico cambiar la situación. Le dije : Yo no
acepto que en su canal un coronel me diga que estoy volviéndome para la
izquierda, porque he puesto el
pellejo a disposición de su canal de televisión y me han amenazado, quiero irme de Chile. Me dice: “Parece
que usted no respeta mucho el uniforme”. Mire, yo respeto su uniforme tal como
espero que usted respete mi traje de calle de periodista. ¿Qué me va a venir a
decir a mí que he arriesgado quinientas veces el pellejo por usted? Me encontró
razón. Lo que nos molestaba mucho era no poder acceder a él, decirle que lo estaban engañando. Estaba el coronel, el otro coronel y el otro. El último
te decía “se lo vamos a contar”. Jamás se lo contaban.
¿Y la señora Lucía?
Era simpática. Fui el primero en entrevistarla, en TVN. Duró como diez
minutos y yo feliz de la vida, le arreglaba la chaquetita, nunca me olvido. Le
digo: Oiga señora Lucía, ¿Qué es esto de los hogares infantiles? Ah!, dice ella
lanzada a la vida ya po, esto es fantástico, los niños sin recursos, y los
vamos a atender porque no queremos que sean como estos pobres niñitos peruanos
y bolivianos. Salto yo en el asiento y digo: ¡Paren la cuestión! A todo chancho.
Se asusta. Señora Lucía, qué van a decir en Perú y en Bolivia. En realidad
tiene razón, me dijo. Claro, si yo no le puedo preguntar a usted ¿Qué le parece
que en Chile haya niñitos pobres? Qué me va a decir, ¿Me parece muy bien? ¡Me
tendrá que decir que le parece mal! No quiero hacerle preguntas tontas, tampoco
me de respuestas como esa.¿Se lo tomó bien?
Sí, Me llamaba de repente y me decía que le iban a hacer una entrevista y yo le daba
indicaciones, no vaya a meter la pata, le decía . Ella influyó mucho en esta persistencia de
don Augusto en el poder, y creo que fue un error.
Un poco de política actual ¿Cree
que en las próximas elecciones va a haber que votar por el mal menor?
Sería terrible. Creo que Michelle Bachelet será la próxima presidenta
de Chile, algo positivo para un país donde se cree que el hombre además de ser
el proveedor es el pensante. Lavín no tiene chance alguna, porque comerse unos
canapés o tomarse un pisco sour
con las señoras en el día de la madre no es una campaña. El problema es
que Ricardo Lagos, más allá de que
sea mal genio y levante el dedo, me importa un rábano, es excepcional. Por eso se entra a
comparaciones nefastas con los nuevos candidatos. ¿Por qué las desilusiones
antes de las ilusiones?
¿Aló Julio?Para algunos, Julio Lopez Blanco es visto como un periodista social, la versión masculina de Andrea Molina o Eli de caso. En repetidas ocasiones, sus colegas en Mega le piden que los acompañe las poblaciones a hacer sus notas. “Me dicen: ¿Podría ir con nosotros a La Bandera o La Victoria? No sé cuál es la razón... ¿Será mi voz de cantante de boleros baratos?” Lo que más lo apasiona es cuando la gente se le acerca en las calles y lo reconocen. En un viaje a Temuco, se le acercó un hombre con una niña de veinte años, “espectacular por lo demás”, a quien hace diecinueve años él había regalado un gorro de lana en un día lluvioso. “Todavía lo tiene” confiesa con orgullo.
¿Alguna
vez ha llorado frente a las cámaras?
Si, me acuerdo de tres oportunidades especiales. Una vez lloré cuando me llamaron unas señoras
de una iglesita donde había en el
altar una guagüita recién nacida. También lloré en el río Jordán, era un sueño
que había tenido toda mi vida. Lloré otra vez, y no pude evitarlo, cuando vi
morir a una niña en el terremoto del 85, le habían caído ladrillos en el estómago. Hay gente que busca impresionar, “pobre niñito,
pobre guaguita”.
¿Cree que esa es una
característica de los programas de servicio de hoy, como Hola Andrea o Aló Eli?
Claro, demostrar una compasión que de pronto es fingida. Cuando esa
emoción es natural la gente se da cuenta. Por Dios, soy un ser humano, tengo
que ser aséptico, limpio como pieza de hospital, pero no puedo. La gente recuerda reportajes que hice hace 20 años
y a mí ya se me olvidaron.
¿Usted
cree que haya algún Julio López Blanco actual, alguien que sigue su escuela?
Es difícil pero no por calidad. Hay muchos jóvenes que tienen tanta o
mayor calidad que yo, porque están mejores preparados
Quizás ya no hay cabida para
un tipo de periodismo como el suyo.
Lógico.
Yo me desespero. Las diez primeras noticias son iguales, accidente aquí, robo
allá, guagua abandonada. No hay tiempo para los ejemplos de vida.
¿Por
qué cree usted que Mega es depositario de periodistas que se han ido del Canal 13 , como Antonio Neme o Claudio
Sánchez?
Nada especial, Me faltan dedos y pelos de la cabeza para contar gente
que se ha ido del Mega a otros canales. De Hoffman para abajo. Dicen que
Mega es una gran escuela. Creo que Mega era el único canal que le ofrecía la oportunidad para
continuar su vida profesional, de demostrarle a sus antiguos compañeros, que le
pagaron mal en forma ética y
moralmente denigrante para un
canal como el 13, que el sigue siendo un buen profesional. Además el goza como
chino cuando se pone frente a una cámara a chacharear.
El regreso
¿Cuál es su relación con la
literatura?
Nunca me olvidé de un examen
de redacción. En la comisión estaba Lafourcade. Guillermo Blanco me dice: ¿Se conforma con su
6,6? No señor, quiero un siete. Lafourcade se ríe y me dice: jajaja, eso es
para escritores. ¿Que quiere hacer?, me preguntan. Una entrevista al señor
Lafourcade. El acababa de sacar un libro escrito entero al revés, en vez de
decir “llegó con un bastón de madera oscura” decía” oscura madera de bastón un
con llegó”. Un libro huevón que no vendió nada. Escribí toda la entrevista así.
Lo entrego, sale Lafourcade con su capa, indignado y me dice: Tienes un
siete.
Usted ganó el concurso de
cuentos de Revista Paula el año 75 ¿De qué trataba el cuento?
Sí, Estaba en España y
tuve un problema. Tenía novia y conocí a una suiza. Dejé de un suacate a la
chilena y me encaleté a la suiza . La chilena me acusó de robo, me metieron
preso en Carabanchel. Ahí me la pasaba escribiendo o conversando con los de la
ETA. Estuve tres meses y escribí un cuento que se llamaba El Regreso y trataba
de mi experiencia ahí, del deseo de volver, las sensaciones de una cárcel donde
se te acerca un tipo bajito que te dice: Regálame uno de tus huevos del
desayuno. Cuando respondes ¿Por qué? Alguien te dice: Dale el huevo, ese mató a
siete a puñaladas. Lo mandé al concurso
y gané.¿Dónde
quedaron sus aspiraciones literarias?
Pensé en seguir escribiendo pero me da un poco de temor que digan: Este
no era tan mal periodista pero como escritor es como el forro! Tal vez algún día.
Yo leo a Benedetti, y pienso que nunca voy a escribir así. Lo primero que gané
fue cuando tenía 16 años, era un poema a la reina de la fiesta de los juegos
florales. Eso fue paralelo con lo
que había ocurrido con Neruda alguna vez, pero él se transformó en un genio y
yo en periodista.
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