Debajo de la chasca prominente y la cara de pocos amigos, el sociólogo y escritor esconde una personalidad tan inconformista como intensa, que se conmueve con un buen libro, con el jazz, con la postura de los animales y la superioridad de los genios de la humanidad, pero que observa con ojos críticos la raza humana y todos sus derivados. Fernando Villegas, el periodista autodidacta por excelencia, se ha transformado en uno de las figuras públicas más polares, admiradas y vilipendiadas de Chile. Un rol que, asegura, lo tiene sin cuidado. Pero que igual se encarga de cultivar.
La Luna era mi tierra. Después de toda una vida encontrando significados y respuestas en
la palabra escrita, propia y ajena, el libro de Enrique Araya es uno de los que
más le ha hecho sentido. Fernando Villegas, sociólogo de profesión y periodista
autodidacta, siempre se ha visto a sí mismo como un lunático, pero porque sería feliz viviendo en la Luna. O en
cualquier planeta que no sea la tierra, desde dónde pueda observar los
comportamientos de la raza humana lo más lejos posible. Por ahora, el perímetro
de su casa en Ñuñoa se ha transformado en su universo ideal; ahí, lejos del
riesgo de “codearse con el pueblo”, se concentran todos sus placeres y
pasiones: su mujer, sus hijas, sus gatos y perros, los libros atesorados de
toda una vida, sus discos de jazz, y -por supuesto- su propia humanidad, con lo
que tiene de sobra para nutrirse eternamente de la puerta hacia adentro. Entrar
en este territorio sagrado, aún con su consentimiento, puede ser una
experiencia aterradora, especialmente si eres exponente del género humano,
especie que Fernando se empeña en vilipendiar. Al poco rato, confiesa que el
género femenino es el que más tolera; entonces, el alma vuelve al cuerpo,
mientras Villegas baja la guardia y esboza la primera sonrisa de la tarde. La segunda-
en formato carcajada- se le escaparía al burlarse de su propio ego, exacerbado
para algunos, más que merecido para otros. La tercera, al referirse a sus tres
hijas mujeres, y a los privilegios de vivir toda la vida rodeado de estrógeno.
“¿Quieres alguna cosa?"; pregunta sin fijar
la mirada, pero con cierto destello de hospitalidad, cuando nos instalamos en
su living. “¿Quién, yo?” ¡Si, tú pues, quién más!, responde con cara de pocos
amigos. Ok, silencio. Llegó la hora de recibir sin replicar. Porque son esos
pequeños gestos los que definen su humanidad. Y aunque probablemente esto no le
cause gracia, hay algo en él que inspira ternura; quizás sea su cuerpo
desgarbado que parece que le queda demasiado grande, la forma en que habla de
su mujer y de sus hijas, su absoluta admiración por la dignidad animal, una inesperada
promesa que revela su lado verde: “Nunca cortaría la rama de un árbol ni sería
empresario maderero”.
Una vez sobrepasado el miedo, descubrir si
está ironizando o hablando en serio se transforma en el verdadero desafío. Pero
a la larga, eso no importa demasiado; en cualquier escenario posible, Villegas
es un hombre que se salta los filtros naturales de la raza humana, que muestra
consecuencia en su actuar e inconformismo en su hablar, que maneja a la
perfección el arte de colar una cita célebre en una frase, que encontró el
gusto de la vida en saber y observar, aunque lo que vea no le agrade en
absoluto.
Personalidades desinfladas
Cuando niño ¿eras sociable o solitario? ¿tenías
amigos imaginarios?
No, a nadie se le ocurrían esas tonterías
en esa época. Ni los niños ni los adultos hacían tantas exploraciones, ni se
miraban el ombligo. No creo que existieran niños con problemas tan serios que inventaran
amigos artificiales.
¿Y por qué crees que ahora sí necesitan
inventárselos?
Tiene que ver con la estructura social y urbana,
porque ahora es más difícil tener amigos de barrio y jugar en las calles.
Antes los niños eran más imaginativos,
ahora les entregan casi todo procesado
No se usaba el “mirarse a uno mismo”;
había más imaginación porque no había televisión, escuchabas la radio, ibas al teatro
o leías y te imaginabas todo. Pero era para crear mundos objetivos fuera de ti,
no para descubrir quien eras. Los niños y adolescentes no abrían la tarasca
cuando estaban los adultos hablando, no existía la opinología para niños. No
puedes pretender que una entidad tan pequeña y subdesarrollada como un
niño empiece a tener opiniones o a
creer que las tiene; eso es lo que ha conducido a los desastres que vemos
ahora: cabros que se agarran a cortaplumazos por tonteras, que apenas saben
hablar, que llegan a la universidad hechos un desastre sin ninguna capacidad de
estudiar ni sentido de la jerarquía de los valores. Una personalidad es una
obra de arte que se moldea, y no que se infla como un kuchen hasta que
revienta. De hecho, le metes el dedo a esas famosas personalidades que parecen
tan grandes ahora, y se desinflan. Se cree que la creatividad consiste en una
especia de libertad cuando es exactamente lo contrario, la creatividad nace de
la disciplina.
Entre tanta disciplina, ¿Nunca sentiste
la necesidad de manifestarte libremente, cómo lo haces ahora?
Cuando quería decir algo, lo escribía. No
tenía un punto que hacerle al mundo, me gusta observar las cosas y examinarlas,
y quizás escribir lo que he analizado, pero no para hacer un punto, sino para
entender. No me interesa darlo a conocer, proclamar una verdad eterna y seguir
a nadie tampoco.
Pero al escribir un libro, de una u
otra forma, estás proclamando un punto
No, hago exactamente lo que hacía de
niño: examino cosas, las evalúo, simplemente observo. Me importa muy poco la
raza humana, pero la observo.
¿Y qué pasa con tus afectos? Porque
quieras o no, también son humanos
Sí, los tengo por supuesto. Pero no tengo
afectos por la humanidad, creo que es como una plaga en este planeta, una
enfermedad infecciosa que lo ha echado a perder. El día que desaparezca, el
planeta va a prosperar.
¿Incluyéndote?
Sí, claro.
Bulto de carne pensante
¿Haces algún tipo de deporte?
Cero
¿Cómo liberas endorfinas, entonces?
Don’t ask…
¿Nunca te interesó ejercitar tu cuerpo?
Nunca he sentido placer o incentivo en
relación al cuerpo. El cuerpo siempre me pareció un obstáculo, un bulto de carne demasiado grande que se
anda tropezando por todos lados. Cuando veo gente trotando me dan ganas de
tirarle el auto encima; eso de moverse por moverse, de levantar las patas, para
mí es una estupidez.
¿Y cómo reposas el cerebro? ¿Eres
culposo con la frivolidad?
No tengo paciencia para eso. No se trata de
que sacrifico un placer por una postura de solemnidad, sino que simplemente el
parloteo, la vida social superficial, me parece intolerable. Me divierto con la
música, me gusta escribir, leer, pero ir a un bar a frivolizar con otros, es
algo que me infarta.
“Esos bichos ridículos”
Para Villegas, la lógica es muy simple. Alguien
que se interesa por las hormigas, estudia entomología; las observa, pero no
mete la mano en el hormiguero. Fernando siempre se interesó por la raza humana,
pero sólo para verla desde lejos y observar como “funcionan estos bichos
ridículos”. Ese tipo de juicios, viniendo de un ser humano, pueden resultar
hasta irrisorios. Pero eso lo tiene sin cuidado. Guiado por esa voluntad, llegó
a estudiar sociología. Por accidente, al periodismo: “Eran los años iniciales
del Régimen Militar, y la mayoría de los que habían estudiado sociología en los
años previos era gente de izquierda, por eso era una profesión vista con mucha
sospecha. No pude sacar el título porque cuando presenté la memoria, la tildaron de neomarxista y me la
rechazaron. Entonces, entré a trabajar como fotógrafo en un diario, después en
la crónica roja de Las Ultimas Noticias. Me quedé en el periodismo, aunque
nunca me llamó la atención”.
¿Por qué te quedaste en el periodismo?¿Por
inercia, gusto o necesidad?
Porque me salió bien. Está claro que no
soy un periodista del montón. Por eso me estás entrevistando a mí y no a otro
de los cientos de gallos que no los conoce ni su mamá. Me fue bien porque sé
escribir y nunca me tomé muy en serio el periodismo. Además, no hay trabajo más
fácil que éste.
Hay algunos momentos complicados, como encuentros
con ciertos entrevistados …
Para mí nunca los ha habido, no hay desafío,
es enormemente fácil
¿Por qué crees que alguien le pueda
interesar leer una entrevista tuya?
Por la misma razón que leen todo lo demás: para
entretenerse un rato, porque no tienen recursos como para desarrollar una
actividad intelectual medianamente interesante. Sé lo gratuitos que son los
comentarios de las personas, unos de otros. No tienen ningún fondo, lo bueno o
lo malo, porque no te conocen. Si analizas tus propios juicios hacia los demás,
te das cuenta de lo ligero que son los comentarios que hace del otro; entonces deduces
que los juicios de los demás hacia ti también son ligeros. Un día les caíste
simpático porque dijiste algo que les gustó; al otro día eres un desgraciado.
Al otro día te ven en un auto que no es la renoleta y dicen que eres un arribista,
que te vendiste a Piñera. Sé que siempre después de Tolerancia Cero,
tendré el correo lleno de tipos que entendieron todo mal. Por ejemplo, el otro
día analicé el tema de los empleados públicos y la inmovilidad, lo que es
absolutamente legítimo. Por supuesto, me llegaron mails diciendo que estaba
menospreciando a los empleados públicos, que era momio y desgraciado; sólo
porque critiqué que el 99 por ciento de los empleados públicos se mantienen en
sus cargos cada año, cuando en ninguna empresa el 99 de los empleados son
eficientes, es una cuestión de matemáticas.
Si no te importa ni opinar, ni lo que
digan de ti ¿Entonces por qué haces un rol de comunicador social en un espacio
público?
Por qué me pagan. ¿Tengo que pagar las
cuentas, qué quieres? Ahora, si quieres iniciar un movimiento para que me
subvencionen y me pueda quedar aquí leyendo todo el día y me pagan las cuentas
yo feliz, pero no creo que suceda.
Además del trabajo ¿Por qué sales de tu
casa?
Trato de no salir. Para decirlo como lo
decía el escritor francés Anatole France, la inmensa mayoría de los seres
humanos son física e intelectualmente muy imperfectos. Cuando voy al cine con
mi mujer le digo “mira a tu alrededor, y dime si no es cierto que el 99 de la
gente es físicamente fea”: uno es muy chico, el otro es mal agestado, el otro
muestra los pelo del pecho, la otra está teñida rubia y es operada, etc.
Estéticamente me molesta ver tanta congregación de gente fea, exposición de carne
de mala calidad, descompuesta. Si te metes en sus mentes es peor. Puros pensamientos
banales, les dan vuelta sólo clichés en la cabeza ¿cuál es el gusto de
contactarse con eso? yo no tengo ningún placer. Nunca he sentido gustito de
estar “codo a codo con la gente”.
¿Y dónde queda la autocrítica? ¿Te
incluyes en esta carne de mala calidad?
Es que yo soy alienígena, no quería
contarte para no asustarte…vengo del planeta mongo, que está a ocho años luz de
distancia…hablando en serio, también soy una criatura ridícula, todos somos
absurdos. Un animal es casi digno, los gatos se tienden en un sofá dignos en sí
mismos. Si piensas en un ser humano, es una mente inquieta y desordenada sembrando
basura a su alrededor. Como decía da Vinci, la mayor parte de los seres humanos
sólo dejan de sí en el mundo varias toneladas de caca. Están más despiertos que
los animales pero no lo suficiente, son una luz intermitente y fosforescente
que ilumina a medias. Las únicas personas que redimen la raza humana son los
grandes genios creadores, como Mozart, y Einstein. El resto de nosotros somos
cafiches de ellos. Si sacas a esa gente de la proporción de la humanidad, todavía
estaríamos a poto pelado en medio de los arbustos.
¿Cuál es, según tú, el último gran genio?
¿Crees que existe alguno vivo?
Hoy en la mañana vi uno cuando me estaba
afeitando…
Grande, ya sabes tienes que andar con una polaroid, porque momentos eso del hombro son una sola vez. Te hago publicidad, señor editor o buscador de buenas plumas, cuándo van por la Señorita Frederick, nos vemos.
ResponderEliminarShofy.-