Las siete vidas de Wendy -o Mireya Smith Percheraux, su verdadero nombre- hoy confluyen en su departamento en Providencia.Después de triunfar en el Bim Bam Bum, la ex vedette pasa los días en una silla de ruedas, mientras recuerda los bemoles de una vida llena de amores y desamores.
¡Baila Wendy, baila!” La voz de
Pachuco, con quien compartía el escenario en ese momento, se abría paso entre
el sonido imperante de la banda. Era la noche de su debut como cantante, y a
Wendy se le olvidó por completo la segunda estrofa de la canción. Mientras el
público que atestaba el bar La Sirena aún llevaba el ritmo, Wendy le hizo caso
a Pachuco y a su intuición: movió las caderas de un lado al otro, levantó los
brazos, le dedicó su mejor mirada a los presentes. Nunca más recordó la letra, pero
nadie la olvidó a ella: al día siguiente, la portada de los diarios nacionales
vaticinaban: “Nace una estrella que canta y baila”. Tenía 22 años, la estampa
de una diva, la inocencia de una debutante y la misma garra que la llevó a
transformarse en una de las vedettes más aplaudidas y recordadas de Chile, y a sobrevivir
a todos los tropiezos del camino.
Las siete vidas de Wendy- o Mireya Smith
Percheraux, su verdadero nombre- hoy confluyen en su departamento en
Providencia; ahí, repasa los tonos de una vida cargada de segundas
oportunidades, con la frente en alto y la espalda bien erguida, a pesar de los
estragos que han causado las caídas en su columna y que han dejado huellas
visibles y escondidas. A los dos años, cuando se cayó de un segundo piso y se
quebró dos vértebras, los doctores dijeron que nunca volvería a caminar. Años
después, mientras acallaba los malos augurios triunfando arriba de los escenarios
mexicanos, el columpio que la sostenía cedió en uno de los ensayos. “Me caí
desde una altura de ocho metros. Después de caer me paré y seguí ensayando. En
la noche, actúe porque me sentía bien; pero apenas prendieron las luces, yacía inconsciente
en el suelo cuál larga soy”. Así, por accidente, Wendy descubrió que sufría de
los llamados “desmayos retardados”, y se explicó por qué durante los temblores
se desplomaba cuando todo ya estaba calmo. También descubrió una de sus
paradojas vitales; por más que la vida se empecinara en botarla, ella siempre
se volvería a levantar: “Mi ángel de la guarda me ha cuidado porque Dios algo
tendrá preparado todavía para mí, alguna misión por cumplir”.
En 1998, una tercera caída- la vencida- la
dejó en una silla de ruedas de por vida. Pero los bemoles de una existencia
turbulenta- y los tres años en que, debido a una deuda de luz, vivió en la
oscuridad- no le han quitado una pizca de brillo; Wendy sigue siendo una mujer
impecable y luminosa, que sonríe con calidez y deja entrever su alma a través
de los ojos. Hoy, como siempre, el pelo rubio pálido la llega casi a la cintura
y la coquetería se le sale por los poros; y aunque advierte que fuma “como
chino en velorio”, no le gusta hacerlo en las fotos porque lo considera un mal
ejemplo para la juventud. Mientras se excusa por el desorden que no se ve a
simple vista, regala con fluidez el pulso de su vida: por qué un buen día
decidió sacarse el pudor y ponerse las plumas; por qué para ella el año nuevo
es la fecha más triste del año; por qué, a pesar de todo lo vivido, nunca ha perdido la voluntad
de contar su historia, y de volver a los escenarios en gloria y majestad.
“Cierra los ojos y ándate”
Vestida de La Tongolele, con bikini, short
y el pelo pintado con talco, a los ocho años Wendy era el número puesto en las
fiestas familiares. Detrás del disfraz, el maquillaje y las milongas, Wendy escondía
sus notas más tristes, el peso de la amargura de su madre y de tapar el espacio
dejado por su padre: “cuando mi papá nos abandonó, yo tenía seis años y mi mamá
me dijo; “después de mi, vienes tú”. Por eso empecé a trabajar tan niña, no
tuve la oportunidad de tener una carrera universitaria y ser matrona o
visitadora social, como era mi sueño. Además, justo murió mi única hija, al año
y medio de edad; yo tenía 18 años. Entonces me puse a trabajar, hasta que me
invitaron a cantar en La Sirena y debuté a los 22 años. Mi primera revista la
hice en el Opera, se llamó ¿Quieres o no quieres? Bien sexy ¡y yo no
sabía ser sexy!”
- ¿Entonces como enfrentabas ese rol?
- Me encasillaban en eso y yo me enojaba.
Era pudorosa, pero hasta donde conviene. Escote, mostraba mucho. El trasero,
nunca. Cantaba con vestido largo y no usaba plumas ¿Por qué son tan mal miradas
las vedettes? No sé, yo me siento distinta.
- Pero estuviste varios años en el Bim
Bam Bum, rodeada de vedettes…
- Ahí aprendí mucho, estaba con puras
artistas de primera. Después me gané dos Laureles de Oro consecutivos, el 79 y
el 80: La primera vedette de Chile y la Show woman de Chile. En 1969, me vio el
manager Hugo López y me ofreció llevarme a México. Fui a pedirle un consejo a
Jorge Pedrero, porque me daba pánico irme. Jorge me dijo “cierra los ojos y
ándate”. En México estuve cinco años y aprendí muchísimo.
- Me imagino que, al volver, ya era hora
de ponerse el bikini y las plumas
- Cuando regresé, Julio Fénix me dijo: ahora
tiene que ser con bikini y plumas. Entonces no paré más. Hacía una revista en
Santiago, y estaba dos años viajando, de norte a sur. Fueron años llenos de
éxitos. La vida artística me daba
muchas satisfacciones, pero no había tiempo de vivir como mujer.
Mejor sola
El año 95, Wendy volvió a México invitada a
actuar una vez más en La Paloma, local emblemático de la Zona Rosa. Allá se
reencontró con Terry, un viejo amor que ya le había roto el corazón en el
pasado, y que le enseñó que en asuntos pasionales, nunca hay que mirar para
atrás. “Yo venía de la mano del Tessa, el papá de Andrea Tessa, lista para
casarme. Vi a Terry en el aeropuerto, y se me cayeron los calzones al tiro. Finalmente, me quedé en
México, le devolví la argolla al Tessa, y a los pocos meses me casé con Terry. El
día que Terry murió, de un derrame cerebral a los cinco meses de casados,
comencé a descubrir quien era realmente. Primero, me enteré de que tenía
dientes falsos, porque se le cayeron al morir. ¡Esas cosas no se las ocultas a
una pareja! Un año después, a través de unas fotos, descubrí la verdad: Terry era
actor porno”.
¿Nunca antes te dio desconfianza?
Sí, pero volví a confiar. La primera vez que estuve con
Terry, en México, lo pillé in fraganti con otra, la que después sería su mujer.
Me vine a Chile el 75, y conocí a un oficial de carabineros, Claudio, que murió
el año nuevo del 77. El año 84, fui la novia oficial de Alvaro Salas; es un
pelota que hoy tiene lo que merece. A mí me hizo lo mismo que a Tatiana Merino;
me engañó con su actual señora. En 1989, me casé en Argentina con un
comerciante griego metido en política, y me separé a los seis meses. Mi segundo
marido fue Terry, pero con él duré incluso menos.
Pero a pesar de todo, has vivido el amor
intensamente
Lo que sí sé, es que Dios me quiere sola. Ahora
me doy cuenta de que no fui nunca feliz en el amor; pero sí amé
intensamente.
La tercera, la vencida
Era 1998, y Wendy estaba agobiada por las
huellas de un corazón roto, la escasez de trabajo y la memoria frágil del
público. Atrás habían quedado los tiempos en que no tenía necesidad de
trabajar, debido a la renta que le daban los departamentos y locales que había
comprado con el propósito de tener su vejez asegurada. “Me habían estafado y
perdí todo. Un día, tuve una fuerte discusión con mi novio de entonces y lo
eché del departamento. Me subí a una silla a cambiar un foco de la terraza, y
como estaba dopada me caí y quedé colgando de espaldas por el balcón. Después
pensé que la terraza estaba en mi espalda, saqué un pie y me caí. Me rompí
cuatro vértebras y quedé paralítica”. Un año después, supo que su ex nunca se había ido del
departamento, sino que había estado todo el tiempo ahí debajo de una cama, borracho.
Algunos dijeron que él la había empujado; otros, que se había tratado de
suicidar. “Imposible”, dice Wendy, “¡me habría del piso 20, no del cuarto! Lo
bueno es que después sentí la solidaridad de gente desconocida, como la de un
evangélico que me vino a dejar un pollo cocido, o una señora que me entregó una
cajita con $10.000 pesos adentro.”
¿Y esas manifestaciones de cariño siguieron? ¿Cómo continuó
tu vida?
Como no podía pagar los gastos comunes- y
eso que mis medidores son independientes- me tuvieron tres años y medio sin
agua caliente y luz, calentando agua en un tarro para poderme bañar; por eso,
tengo todas las piernas quemadas. Una noche, andaba en sillas de ruedas con una
vela en las rodillas, me caí, me fracturé un diente y quedé toda la noche
tirada. Hubo gente que me prestó baterías de auto para poder ver tele. Hoy,
tengo una pensión de gracia que me dio Ricardo Lagos, además de luz y agua
caliente.
¿Crees que el haber triunfado durante la
Dictadura hoy te pesa mucho?
Estoy segura que hoy no me pescan por eso. Antes
del accidente, fui a todos los
canales buscando trabajo, pero no hubo caso. Durante el Gobierno Militar aparecí
en todas las primeras páginas de los diarios, pero no le debo ni un veinte a
los milicos. Nunca tuve ningún “padrinito”, como muchas que conozco.
¿Tienes alguna carta bajo la manga para
volver a las pistas?
Tengo preparado un número lindo, dónde
aparezco vestida de sirena y con una palmera que hice yo misma. Los artistas
chilenos de entonces se han portado divino conmigo: El Pollo Fuentes, La Sonora
Palacios, Pedro Messone. Por lo menos sé que mucha gente va a ir a mi funeral.
Todo saldrá bien mientras me dure este rostro y estas manos, además estoy
absolutamente lúcida. Sé que mi público me ama.
Mira yo conocí a wendy yo le hacía botas polainas para sus presentaciones es una gran mujer siempre la recuerdo
ResponderEliminarTodos los que estuvieron ligado a la dictadura tienen mala suerte,la gente no los quiere,👍🤔
ResponderEliminarSuperalo
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