jueves, 4 de diciembre de 2008

Encuentro con la famosa vedette: Póngale Wendy

Las siete vidas de Wendy -o Mireya Smith Percheraux, su verdadero nombre- hoy confluyen en su departamento en Providencia.Después de triunfar en el Bim Bam Bum, la ex vedette  pasa los días en una silla de ruedas, mientras recuerda los bemoles de una vida llena de amores y desamores.


¡Baila Wendy, baila!” La voz de Pachuco, con quien compartía el escenario en ese momento, se abría paso entre el sonido imperante de la banda. Era la noche de su debut como cantante, y a Wendy se le olvidó por completo la segunda estrofa de la canción. Mientras el público que atestaba el bar La Sirena aún llevaba el ritmo, Wendy le hizo caso a Pachuco y a su intuición: movió las caderas de un lado al otro, levantó los brazos, le dedicó su mejor mirada a los presentes. Nunca más recordó la letra, pero nadie la olvidó a ella: al día siguiente, la portada de los diarios nacionales vaticinaban: “Nace una estrella que canta y baila”. Tenía 22 años, la estampa de una diva, la inocencia de una debutante y la misma garra que la llevó a transformarse en una de las vedettes más aplaudidas y recordadas de Chile, y a sobrevivir a todos los tropiezos del camino.

Las siete vidas de Wendy- o Mireya Smith Percheraux, su verdadero nombre- hoy confluyen en su departamento en Providencia; ahí, repasa los tonos de una vida cargada de segundas oportunidades, con la frente en alto y la espalda bien erguida, a pesar de los estragos que han causado las caídas en su columna y que han dejado huellas visibles y escondidas. A los dos años, cuando se cayó de un segundo piso y se quebró dos vértebras, los doctores dijeron que nunca volvería a caminar. Años después, mientras acallaba los malos augurios triunfando arriba de los escenarios mexicanos, el columpio que la sostenía cedió en uno de los ensayos. “Me caí desde una altura de ocho metros. Después de caer me paré y seguí ensayando. En la noche, actúe porque me sentía bien; pero apenas prendieron las luces, yacía inconsciente en el suelo cuál larga soy”. Así, por accidente, Wendy descubrió que sufría de los llamados “desmayos retardados”, y se explicó por qué durante los temblores se desplomaba cuando todo ya estaba calmo. También descubrió una de sus paradojas vitales; por más que la vida se empecinara en botarla, ella siempre se volvería a levantar: “Mi ángel de la guarda me ha cuidado porque Dios algo tendrá preparado todavía para mí, alguna misión por cumplir”.

En 1998, una tercera caída- la vencida- la dejó en una silla de ruedas de por vida. Pero los bemoles de una existencia turbulenta- y los tres años en que, debido a una deuda de luz, vivió en la oscuridad- no le han quitado una pizca de brillo; Wendy sigue siendo una mujer impecable y luminosa, que sonríe con calidez y deja entrever su alma a través de los ojos. Hoy, como siempre, el pelo rubio pálido la llega casi a la cintura y la coquetería se le sale por los poros; y aunque advierte que fuma “como chino en velorio”, no le gusta hacerlo en las fotos porque lo considera un mal ejemplo para la juventud. Mientras se excusa por el desorden que no se ve a simple vista, regala con fluidez el pulso de su vida: por qué un buen día decidió sacarse el pudor y ponerse las plumas; por qué para ella el año nuevo es la fecha más triste del año;  por qué, a pesar de todo lo vivido, nunca ha perdido la voluntad de contar su historia, y de volver a los escenarios en gloria y majestad.

 “Cierra los ojos y ándate”
Vestida de La Tongolele, con bikini, short y el pelo pintado con talco, a los ocho años Wendy era el número puesto en las fiestas familiares. Detrás del disfraz, el maquillaje y las milongas, Wendy escondía sus notas más tristes, el peso de la amargura de su madre y de tapar el espacio dejado por su padre: “cuando mi papá nos abandonó, yo tenía seis años y mi mamá me dijo; “después de mi, vienes tú”. Por eso empecé a trabajar tan niña, no tuve la oportunidad de tener una carrera universitaria y ser matrona o visitadora social, como era mi sueño. Además, justo murió mi única hija, al año y medio de edad; yo tenía 18 años. Entonces me puse a trabajar, hasta que me invitaron a cantar en La Sirena y debuté a los 22 años. Mi primera revista la hice en el Opera, se llamó ¿Quieres o no quieres? Bien sexy ¡y yo no sabía ser sexy!”
- ¿Entonces como enfrentabas ese rol?
- Me encasillaban en eso y yo me enojaba. Era pudorosa, pero hasta donde conviene. Escote, mostraba mucho. El trasero, nunca. Cantaba con vestido largo y no usaba plumas ¿Por qué son tan mal miradas las vedettes? No sé, yo me siento distinta.
- Pero estuviste varios años en el Bim Bam Bum, rodeada de vedettes…
- Ahí aprendí mucho, estaba con puras artistas de primera. Después me gané dos Laureles de Oro consecutivos, el 79 y el 80: La primera vedette de Chile y la Show woman de Chile. En 1969, me vio el manager Hugo López y me ofreció llevarme a México. Fui a pedirle un consejo a Jorge Pedrero, porque me daba pánico irme. Jorge me dijo “cierra los ojos y ándate”. En México estuve cinco años y aprendí muchísimo.
- Me imagino que, al volver, ya era hora de ponerse el bikini y las plumas
- Cuando regresé, Julio Fénix me dijo: ahora tiene que ser con bikini y plumas. Entonces no paré más. Hacía una revista en Santiago, y estaba dos años viajando, de norte a sur. Fueron años llenos de éxitos. La vida artística me daba  muchas satisfacciones, pero no había tiempo de vivir como mujer.

Mejor sola
El año 95, Wendy volvió a México invitada a actuar una vez más en La Paloma, local emblemático de la Zona Rosa. Allá se reencontró con Terry, un viejo amor que ya le había roto el corazón en el pasado, y que le enseñó que en asuntos pasionales, nunca hay que mirar para atrás. “Yo venía de la mano del Tessa, el papá de Andrea Tessa, lista para casarme. Vi a Terry en el aeropuerto,  y se me cayeron los calzones al tiro. Finalmente, me quedé en México, le devolví la argolla al Tessa, y a los pocos meses me casé con Terry. El día que Terry murió, de un derrame cerebral a los cinco meses de casados, comencé a descubrir quien era realmente. Primero, me enteré de que tenía dientes falsos, porque se le cayeron al morir. ¡Esas cosas no se las ocultas a una pareja! Un año después, a través de unas fotos, descubrí la verdad: Terry era actor porno”.
¿Nunca antes te dio desconfianza?
 Sí, pero volví a confiar. La primera vez que estuve con Terry, en México, lo pillé in fraganti con otra, la que después sería su mujer. Me vine a Chile el 75, y conocí a un oficial de carabineros, Claudio, que murió el año nuevo del 77. El año 84, fui la novia oficial de Alvaro Salas; es un pelota que hoy tiene lo que merece. A mí me hizo lo mismo que a Tatiana Merino; me engañó con su actual señora. En 1989, me casé en Argentina con un comerciante griego metido en política, y me separé a los seis meses. Mi segundo marido fue Terry, pero con él duré incluso menos.
Pero a pesar de todo, has vivido el amor intensamente
Lo que sí sé, es que Dios me quiere sola. Ahora me doy cuenta de que no fui nunca feliz en el amor; pero sí amé intensamente. 

La tercera, la vencida
Era 1998, y Wendy estaba agobiada por las huellas de un corazón roto, la escasez de trabajo y la memoria frágil del público. Atrás habían quedado los tiempos en que no tenía necesidad de trabajar, debido a la renta que le daban los departamentos y locales que había comprado con el propósito de tener su vejez asegurada. “Me habían estafado y perdí todo. Un día, tuve una fuerte discusión con mi novio de entonces y lo eché del departamento. Me subí a una silla a cambiar un foco de la terraza, y como estaba dopada me caí y quedé colgando de espaldas por el balcón. Después pensé que la terraza estaba en mi espalda, saqué un pie y me caí. Me rompí cuatro vértebras y quedé paralítica”. Un año después,  supo que su ex nunca se había ido del departamento, sino que había estado todo el tiempo ahí debajo de una cama, borracho. Algunos dijeron que él la había empujado; otros, que se había tratado de suicidar. “Imposible”, dice Wendy, “¡me habría del piso 20, no del cuarto! Lo bueno es que después sentí la solidaridad de gente desconocida, como la de un evangélico que me vino a dejar un pollo cocido, o una señora que me entregó una cajita con $10.000 pesos adentro.”
 ¿Y esas manifestaciones de cariño siguieron? ¿Cómo continuó tu vida?
Como no podía pagar los gastos comunes- y eso que mis medidores son independientes- me tuvieron tres años y medio sin agua caliente y luz, calentando agua en un tarro para poderme bañar; por eso, tengo todas las piernas quemadas. Una noche, andaba en sillas de ruedas con una vela en las rodillas, me caí, me fracturé un diente y quedé toda la noche tirada. Hubo gente que me prestó baterías de auto para poder ver tele. Hoy, tengo una pensión de gracia que me dio Ricardo Lagos, además de luz y agua caliente.
¿Crees que el haber triunfado durante la Dictadura hoy te pesa mucho?
Estoy segura que hoy no me pescan por eso. Antes del accidente, fui  a todos los canales buscando trabajo, pero no hubo caso. Durante el Gobierno Militar aparecí en todas las primeras páginas de los diarios, pero no le debo ni un veinte a los milicos. Nunca tuve ningún “padrinito”, como muchas que conozco.
¿Tienes alguna carta bajo la manga para volver a las pistas?
Tengo preparado un número lindo, dónde aparezco vestida de sirena y con una palmera que hice yo misma. Los artistas chilenos de entonces se han portado divino conmigo: El Pollo Fuentes, La Sonora Palacios, Pedro Messone. Por lo menos sé que mucha gente va a ir a mi funeral. Todo saldrá bien mientras me dure este rostro y estas manos, además estoy absolutamente lúcida. Sé que mi público me ama.


3 comentarios:

  1. Mira yo conocí a wendy yo le hacía botas polainas para sus presentaciones es una gran mujer siempre la recuerdo


    ResponderEliminar
  2. Todos los que estuvieron ligado a la dictadura tienen mala suerte,la gente no los quiere,👍🤔

    ResponderEliminar